Yo estuve aquí (y todos tenéis que saberlo)



Diseño para una camiseta que ilustra la filosofía del "Yo estuve aquí", por Dina Prasetyawan


Hace unos meses coincidí con una estudiante brasileña afincada en Londres que estaba de vacaciones en Cardiff. A menudo me enseñaba las fotos de su viaje, asegurando que no le gustaban porque no conseguía sacar lo que realmente veía. Lo que quería. La mayoría de las fotos eran autorretratos sobre fondos que, una veces más tímidamente que otras, dejaban vislumbrar el lugar en el que se encontraba. Tal era su preocupación que pidió que le mostrase las mías para compararlas con las suyas. Asombrada al no verme, preguntó: "¿Por qué no sales en ninguna de tus fotos?".

No viajo para hacer turismo, sino para aprender de los desconocidos y estar en contacto con otras culturas. También para sacar de contexto mi vida cuando el mapa y el reloj están a punto de hacerme olvidar quien soy. Cosas de raros con la brújula rota y el vuelo idealizado. Por tanto, en las fotos de mis viajes, estoy de más. Obviamente, no le espeté esta parrafada, pero sí le dije algo parecido. La esencia. No muy conforme con mis motivos, ella insistió: "pero, ¿por qué?".

No necesitaré verme en mis fotos cuando vuelva a casa, tengo espejos y fotos que otros hicieron a los que recurriré en caso de olvidar mi cara. Cuando paseo por un lugar desconocido busco futuros recuerdos, no reflejos. Paralelamente a los recuerdos, me gusta almacenar lo que tengo ante mí en imágenes por algo que Susan Sontag explica perfectamente en Sobre la fotografía: "La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma". A veces es tan importante recordar cómo vimos algo que lo que vimos en cuestión, pero, cuando se trata de viajes, la propia presencia tiende a ser contingente; entre otras cosas, porque en ese tipo de fotos solemos recurrir a la misma expresión que, paradójicamente, viene a ser algo inexpresiva.

La chica me lanzó una mirada muy cercana a la pena y acabó sentenciando: "Te arrepentirás. Ahora no le das importancia, pero a la larga echarás de menos verte junto a los lugares que has visitado. Además, la gente no te creerá cuando digas que has estado en los lugares que aparecen en tus fotos. ¿Cómo lo vas a demostrar?". Imaginé a mis nietos cuestionando mi vida junto a la chimenea y casi me cae una lágrima...

"Las fotografías son un modo de certificar la experiencia, también son un modo de rechazarla", decía Susan Sontag. Pero la constante necesidad de certificar la experiencia mediante la presencia es más cercana a los reclamos del ego. Me dejó un rato reflexionando sobre el concepto que tengo de lugar turístico, de postal y souvenir. De candados en Venecia, de tazas con la cara de Vlad Tepes en Rumanía y de gente que ofrece su mejor sonrisa junto a la alambrada o las toneladas de pelo de mujer en Auschwitz-Birkenau y pregunta si ha salido bien. Pensé en la imperiosa necesidad de demostrar al mundo que nosotros, y no otros, hemos estado allí, que hemos entrado en ese castillo o hemos visto la cúpula de esa catedral desde dentro. En definitiva, mientras se me ocurría algo que responder, me hizo pensar en la filosofía de cuarto de baño, plasmada en firmas y fechas: la del "yo estuve aquí (y todos tenéis que saberlo)".

Pero, ¿quiénes son todos? El psicólogo David Elkind lo llamaba "audiencia imaginaria". Su trabajo más destacado versa en torno al egocentrismo adolescente, entendido como la dificultad para distinguir entre la ocupación mental del self y la de los demás. No critico el egocentrismo, de hecho quererse a uno mismo (de una manera prudencial) me parece básico y necesario. Sólo me pregunto dónde está el límite entre aquellos que virtualmente necesitan tal certificado y la propia necesidad de demostrarlo. Posar ante un monumento es darle la espalda. Quizá merece más la pena observarlo, disfrutarlo y preguntarse por qué está ahí, que demostrar a otros que hemos estado en ese punto, porque, entre otras cosas, no lo necesitan y posiblemente no les importe.

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